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domingo, 24 de noviembre de 2013

Los tres pelos de oro del trol

Erase una vez en un pueblecito muy pequeño una mujer que acababa de tener un bebé. Esta mujer estaba muy triste porque se había quedado viuda hacía muy poco y no iba a tener dinero para mantener a su niño. Todos los días, por as noches se asomaba a la ventana de su habitación y mirando a las estrellas les pedía un milagro...
Y esa noche mientras mecía la cuna de su bebé para que se durmiera, una luz muy brillante iluminó la habitación y una voz le dijo:
- Soy la Estrella de los Deseos y vengo a hacer un regalo a tu pequeño.
La mujer estaba boquiabierta mirando hacia la luz e intentaba ver quien hablaba pero era tan intensa que casi la cegaba.
- Se que tienes miedo de no poder cuidar de tu hijo, pero no te preocupes porque cuando cumpla los 16 años se enamorará de él la hija del rey se desposarán.
Y antes de que la joven viuda pudiera decir nada la luz se apagó tan rápidamente como se había iluminado dejando la estancia a oscuras y en silencio...pero a la mujer le invadía una enorme sensación de paz.
Pasaron los meses y el niño se iba criando con ciertas penurias pero sano y feliz.
Una tarde de invierno que nevaba mucho estaba la mujer preparando la cena mientras su hijo jugaba frente al fuego encima de una manta y alguien llamó a la puerta.
La mujer miró por la ventana y vió a un elegante hombre totalmente calado por la nieve. Se acercó a la puerta y entreabriéndola le preguntó:
- Que desea?
- Mi carruaje se ha estropeado y está nevando mucho, le contestó. Necesito un sitio para pasar la noche. Le pagaré bien si me deja entrar.
La mujer solía ser desconfiada pero se veía a la legua que el hombre era de la nobleza y como el dinero le vendría muy bien le dejó pasar.
- Entre...pase y quítese esa ropa mojada.
Una vez dentro de la casa la mujer le preparó un baño caliente, le dió un rico plato de sopa y le dejó unas ropas de su difunto marido poniendo a secar las suyas.
- No es mucho, le dijo la mujer, pero como verá somos muy humildes.
- Te estoy muy agradecido, has hecho mucho por mí esta noche y serás recompensada por ello.
Mientras le decía esto se fijó en el niño que ya dormía en su cuna.
- Cuantos meses tiene? preguntó el hombre. Se le ve un bebé feliz...
- Acaba de cumplir 14 meses, contestó la mujer. Es un niño afortunado. Cuando nació vino la Estrella de los Deseos y le hizo un regalo. Cuando sea mayor, la hija del rey se enamorará de él y se desposarán.
Lo que no sabía la mujer es que el hombre con el que hablaba era el mismísimo rey que viajaba de incógnito para poder mezclarse con el pueblo y ver y oir que decían de él.
Al oir esto, al rey se le cambió la cara. Por muy agradecido que le estaba a la mujer, no podía permitir que su hija se casase con aquel niño pobretón.
He pensado, continuó el hombre, que lo mejor que podía hacer por vosotros es llevarme a tu hijo conmigo. Yo no tengo hijos y mi mujer estará encantada de criarlo. Cuando cumpla los 16 años volverá donde tí hecho un hombrecito de provecho.
A la mujer la idea le pareció buena aunque le daba mucha pena separarse de su hijo, sabía que era lo mejor para él. Así que le dijo que sí.
Al día siguiente vino un lacayo a buscar al rey con un carruaje nuevo y éste cogió al bebé y dando una bolsa de monedas a su madre le dijo:
- No estés preocupada por él, ya verás como crece feliz, sano y con una muy buena educación.
Se despidieron y el rey montó en el carruaje con el niño. Durante la noche había estado pensando lo que iba a hacer y pensó que lo mejor era abandonarlo en algún sitio donde cualquiera pudiese recogerlo y mantenerlo alejado de su hija.
Y así lo hizo, lo puso en una cesta bien tapadito y la puso con suavidad en el río. La corriente se encargó de llevárselo lejos de allí.
Pasaron los años y en uno de los muchos viajes que realizaba el rey le sorprendió una tormenta, los caballos estaban muy asustados y decidió parar a esperar a que escampase en un molino que se veía no muy lejos.
El molinero y su mujer estuvieron encantados de dar cobijo al rey y por supuesto pusieron todo lo que tenían a su disposición.
Mientras el rey se calentaba cerca de la chimenea pudo ver en el suelo algo que le trajo a la memoria aquel día en el que abandonó al niño.
-Tenéis hijos?, le preguntó a la molinera
- Sí majestad, un mozalbete de 15 años que llegará de un momento a otro de la escuela.
- En realidad, puntualizó el molinero, no es hijo nuestro, majestad, lo encontré metido en aquella cesta que está allí en la orilla del río.Lo recogí y siempre hemos pensado que era un regalo del cielo porque nosotros no hemos podido concebir.
Al oir eso, el rey ya no tuvo ninguna duda...Era el muchacho que si se cumplía la profecía de la EStrella de los Deseos, se convertiría muy a su pesar en su yerno.
Enseguida puso a funcionar su mente y maquinó un plan para deshacerse de él...
- Puedo pediros un favor?, preguntó el rey al molinero
- Claro majestad, lo necesitéis, contestó el molinero.
- Necesito enviar una carta a la reina. Podría llevarla vuestro hijo?
- Por supuesto, mirad, además ya está aquí de regreso.
Su padre explicó al muchacho que tenía que coger un caballo y dirigirse al palacio para dar una carta a la reina en propia mano.
Y dicho y hecho, se puso en camino.
Cuando cayó la noche y viendo complicado seguir el viaje, el chico paró en una posada del camino. Pidió algo para cenar y una cama donde descansar.
Mientras cenaba, el marido y el hermano de la posadera, que eran dos sinvergüenzas, registraron el zurrón que llevaba el muchacho por equipaje, viendo la carta con el sello real.
Pensando en que podrían sacar provecho de ella, la abrieron y la leyeron...En la carta ponía:
A mi querida reina. El portador de esta carta debe ser encarcelado en la mazmorra del torreón en cuanto os la enttregue. No dude en hacerlo. La felicidad de nuestra hija depende de ello. Firmado, el Rey.
Cuando la leyeron cambiaron de idea. El chico les dió pena y como eran dos gamberros, cambiaron la carta y la volvieron a meter en su sitio.
A la mañana siguiente, el muchacho reanudó el camino y a mediodía llegó a palacio pidiendo ver a la reina enseguida.
Cuando estuvo en su presencia le dio la carta del rey y al abrirla ésta leyó:
Querida mía, el portador de esta carta es nuestro futuro yerno. Debes desposarlo con nuestra hija cuanto antes. No dudes en hacerlo. Su felicidad depende de ello.Firmado: el Rey
La reina no entendía nada, pero si su esposo el rey así lo disponía, así se haría. Así que mandó organizar la boda para el día siguiente.
La princesa no puso objeción porque el chico era guapo y buen mozo y lo poco que habían hablado le había parecido culto y divertido. Y antes de que la casasen con cualquier príncipe petimetre, prefería hacerlocon él.
Cuando el rey volvió de su viaje y vió a su hija casada con el hijo de aquella mujer a la que engañó aquel día no daba crédito a lo que había pasado.
Como era posible? La carta que le enseñaba la reina no era la que él había escrito. Esto tenía que ser un castigo por haber obrado mal.
Casi estaba arrepentido, pero no estaba dispuesto a dar su brazo a torcer, así que llamó a su yerno y le dijo:
- Si quieres estar casado con mi hija, gánatelo. Traeme tres pelos de oro del trol que habita en la montaña oscura.
- Si ese es tu deseo, así lo haré, contesto el ahora príncipe.
Al día siguiente, al amanecer, se puso en camino y a media mañana llegó a las puertas de una ciudad. El centinela que la custodiaba le preguntó hacia donde iba y a que se dedicaba.
- Voy a la siguiente ciudad y me dedico a solucionar problemas.
- Muy bien, pues soluciona el nuestro. Averigua porque la fuente de la plaza central ya no da agua.
- Así lo haré. A mi vuelta tendrás la respuesta...
Siguió su camino y a mediodía llegaba a las puertas de otra ciudad. El centinela le hizo la misma pregunta que el anterior y él le contestó exactamente igual
- Perfecto, dijo el centinela, pues averigua porque nuestro manzano ha dejado de dar manzanas de oro.
- Así lo haré. A mi vuelta sabrás la respuesta.
El centinela le dejo pasar y el joven siguió su viaje sin parase ni a descansar. Así a media tarde llegó al río que que llevaba a la Gran Montaña Oscura.
Se acercó al barquero que llevaba a la otra orilla y éste le preguntó que quería.
- Pasar a la otra orilla.
- Tendrás que responderme a una pregunta. Como puedo librarme de tener que estar remando todo el día y toda la noche cada día llevando gente de una orilla o la otra?
- Tú llévame y a mi vuelta tendrás tu respuesta...
Y el barquero le llevó hasta la orilla recordándole su promesa al despedirse.
El muchacho caminó durante una hora y llegó a la entrada de la cueva del trol. Era sabido por todos que durante el día el trol no estaba porque salía a cazar y que se encontraba su compañera sola. 
Ella tenía fama de ser comprensiva y buena así que entró y la llamó despacio...
- Hola, hay alguien en la cueva?
- Quien anda ahí?
- Soy el yerno del rey y necesito que me ayudes en un asunto.
La trol le dijo que entrase, se sentase y le contase que le ocurria.
El muchacho le contó todo lo que le había ocurrido desde que el rey le pidió que llevase la carta. Le dijo que necesitaba tres pelos de oro del trol y la respuesta a aquellas tres preguntas o perdería a la princesa.
- Está bien, te ayudaré pero que sepas que me deberás un favor y en cualquier momento me lo cobraré. Ahora escóndete que mi compañero está apunto de llegar y ya sabes que no le gustan los extraños.
Cuando el trol llegó, se pusieron a cenar y como él estaba muy cansado enseguida se fueron a la cama. Cuando se hubo dormido, la trol le arrancó un pelo y se despertó.
- Que haces? me has hecho daño
- Perdona, he tenido una pesadilla. La gente de la ciudad venían a quitarnos el agua porque su fuente se ha secado.
- Jajjajajajjaja, rió sonoramente el trol. Pues que saquen la rana que habita en el caño y lo está obstruyendo. Venga mujer, duermete.
Al rato, él ya se había vuelto a dormir y ella le arrancó otro pelo.
- Aaaaaay, mujer, que te pasa ahora?
- Ay, he tenido otra pesadilla. La gente de la ciudad del sur venían a quitarnos nuestros tesoros porque su manzano ya no da manzanas de oro.
- Jajajjajajjajaja, pues que maten a la rata que roe las ríces. A dormir ya que me estás dando la noche.
Cuando el trol se volvió a dormir, su compañera volvió a las andadas y le arrancó otro pelo. 
- Mujer, basta ya, que te pasa ahora?
- Otra pesadilla, y ésta era horrible. El barquero del río venía a preguntarme como puede terminar con esta tediosa faena...
- Pues es bien sencillo, sólo tiene que ponerle el remo en la mano al próximo que le pida que le lleve. Y así quedará libre. Y ahora déjame dormir de una vez o vas a conseguir que me enfade.
La trol esperó que que se hubiese dormido y fué a buscar al joven donde se había escondido. 
- Ten los tres pelos, y supongo que ya habrás escuchado las respuestas.
- Sí, muchas gracias. No olvidaré que me has ayudado. 
Se despidieron y el muchacho emprendió el camino de regreso. Cuando llegó donde el barquero éste le preguntó si ya sabía lo que tenía que hacer.
- Sí pero primero pásame a la otra orilla y te lo diré.
Cuando le hubo cruzado le dijo:
- Sólo tienes que poner el remo en la mano del siguiente que te pida que le lleves y quedarás libre.
- Muchas gracias, eres un buen muchacho. Que tengas suerte.
Siguió su camino y llegó a la segunda ciudad y el centinela le preguntó si había encontrado la solución a su problema.
- Sí sólo tenéis que matar a una rata que vive en las raíces del manzano y las roe.
Lo hicieron y acto seguido las manzanas de oro empezaron a brotar. Llenaron dos sacos con ellas y se las dieron al joven como agradecimiento. Contento y feliz siguió su camino y llegó a la primera ciudad. El centinela le estaba esperando para preguntarle si ya había encontrado la solución a su problema.
- Por supuesto, tenéis que sacar a la rana que se metido a vivir en el caño. 
Lo hicieron y el agua comenzó a manar. LLenaron dos sacos de piedras preciosas y se las diron como agradecimiento.
Más contento y convertido en un hombre rico siguió su camino y llegó a palacio.
Entregó los tres pelos de oro al rey y a éste no le quedó más remedio que claudicar y permitir que su hija y el muchacho siguiesen casados.
- Pero antes dime una cosa, donde has encontrado tanta riqueza.
- A un día de viaje hay un río. Le pedí al barquero que me llevase a la otra orilla y cuando me bajé de la barca todos estos tesoros estaban allí. Solo había que cogerlos.
El rey, envidioso de su yerno, cogió su caballo y fué en busca de ese río. Cuando llegó le pidió al barquero que le cruzase a la otra orilla. Pero éste le puso el remo en la mano quedando así libre de su tedios misión.
Y desde aquel día el rey se pasa el día y la noche cruzando gente a la otra orilla y sin ver ninguna de las riquezas de las que le habló su yerno.
Mientras tanto éste y la princesa viven felices y comen perdices....

Y colorín, colorado...





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